El impecable: Vuelve a casa como ha salido. Da igual que asista a todos los actos. Ropa impoluta y pañuelo perfecto. Muy de Bilbao. Cuando van en pareja es un espectáculo verlos.
El plasta: Da igual que el programa de fiestas sea eterno. Aparecerá en todas partes. Si les sueltan a Mónica Belucci y a George Clooney en El Arenal nunca los verá, pero a él le verá en El Arenal, en el Ercilla, en el Iruña, en Ledesma, en las Siete Calles, en García Rivero, en el Hotel Indautxu, donde los Thate, en el Carlton…y hasta en el Pagasarri.
El incansable: Aléjese de él. Lo agradecerán sus pies y su hígado. Es escuchar el chupinazo y no parar hasta la quema de Marijaia. Irá a todas partes, todos los días. Incluyendo las barracas.
El comprometido: Sin ellos la fiesta no existe. Son los voluntarios y miembros veteranos de las comparsas que organizan, crean o ayudan en las actividades oficiales y extraoficiales de Aste Nagusia. Pero hay de dos tipos. El que lo hace con una sonrisa y el que parece que esté haciendo la mili. Nadie les obliga, pero ponen cara de mártir y les encanta llevar 'walkie-talkie'.
El aguafiestas: Cuidado con estos. Son de variado pelaje y aspecto. Van desde la camiseta hasta la chaqueta con corbata, pasando por el pañuelo palestino, el pelo engominado y el jersey al hombro. Buscan cualquier escusa para reventar las fiestas. A veces, antes de empezar. Todos los años hay un tonto. O varios.
El clásico: Da igual que saquen nuevos modelos. Lleva el pañuelo de la primera edición. Me da no se qué contarle que los de aquel año se compraron en Barcelona, porque en el Botxo no contaban con tanta tela de, ojo al dato, ¡color azul Bilbao!
El alternativo: Durante los fuegos irá a los bares, cuando su cuadrilla vaya a comer el bocata se irá a casa y cuando todos se retiren él, saldrá a dar una vuelta. Suelen ir a los conciertos que nadie va y a zonas de Bilbao donde no cuelgan ni los banderines.
El abuelo cebolleta: Su mayo del 68 es la Aste Nagusia del 78. Lo que vino después no cuenta. Si haces números y calculas la gente que te dice que estuvo ese año, te sale que Bilbao tenía 10 millones de personas en fiestas, sin contar los visitantes.
El que vive fuera: Todo le parece bonito. "¡Mira esa esquina! ¡Y mira esa txosna! ¡Qué bonita la Ballena!"... No les bajen de su nube. Al fin y al cabo, su felicidad es efímera. Se les descubre porque miran lo que nadie mira y dicen eso de "¡Es que en Bilbao hay calidad de vida! ¡Vosotros no lo entendéis!".
El que nunca ha salido: Los sanfermines, los Carnavales de Río, la Oktobefest, el Festival de Salzsburgo, la Feria de Abril... son una porquería. Donde esté nuestra Semana Grande... Le gusta hasta el olor de los portales que hacen de WC. Uno de ellos le dijo una vez a un bilbaíno que trabajaba en Madrid: "¡De eso que bebes no hay allí, eh! ¡Es que como aquí no se está como en ningún sitio!". Estaba tomando una Coca-Cola. Sin comentarios.
Los pasea vidrios: Frecuentan los hoteles. Al entrar piden una copa y se pasan el día allí sin pedir otra y cotilleando al personal. A veces pillan directamente una copa vacía, abandonada en una mesa, y simulan haber terminado.
El pies negros y el perroflauta: Son a la Semana Grande lo que los pajes a la navidad. Antes de que llegue, ellos ya han aterrizado.
El que busca sombras del ayer: Suele superar las cuatro décadas. Un viernes grande de Aste Nagusia ligó en La Granja y se pasa la semana entrando cada diez minutos y buscando lo que ya no puede ser.
El sombreros: Es empezar la Aste Nagusia y pillar sombrero. Como sin ellos la fiesta no fuese posible. Terminada la semana el sombrero acaba en el coche. Si miras en el capó puedes encontrar uno por cada año de fiestas.
El concursos: En casa no pisa la cocina, pero no hay Semana Grande que no se presente a todo concurso gastronómico que propongan.
El inadaptado: Exige vaso de cristal en las txosnas y le molesta que haya mucha gente en las barras de los bares. Lo gordo, es que no escarmienta.
El vejiga suelta: Rincón que ve, rincón en el que mea. Conozco perros que aflojan vejiga mucho menos. Dan ganas de ir a su casa a hacer lo mismo.
El colas: Da igual que sea para pedir un katxi o ir al baño o entrar a un sitio. Se pasa la noche haciendo cola. De hecho, no logra nada, pero conoce gente.
El catedrático en fuegos: Nunca le gustan. O son flojos o vulgares. Pero no se pierde una noche. Tienen un sitio fijo. Y como se lo quites se enciende como una traca final.
El novato: Lleva el pañuelo tan planchado que corta el cuello y bajando Sabino Arana ya cree que está en medio de las fiestas. Suelen llamar 'chombas' a las txosnas y creen que 'Concha Generala' es una señora a la que le pusieron una calle.
El veterano: Tras años en los que no midió bien las fiestas, ahora sabe subir y bajar el puerto del primer día, superar la contrarreloj entre semana, ascender los días grandes y todavía le sobra tiempo para dormir y ver a la familia. Un ejemplar que merece ser protegido.
El Pulgarcito: Todas las cuadrillas tienen uno. Es salir del primer bar y se pierde. Así que se pasa todo el día y, sobre todo, la larga noche, buscando pistas de dónde pueden haber ido.
El botes: Lleva toda la vida llevando el bote. Da igual que se lo asignen o le toque en el sorteo. En el fondo le gusta. Tiene alma de banquero. O de madre.
El equilibrista: Combina trabajo y fiesta. A veces lo logra. ¡Y pensar que no lo consideran aún disciplina deportiva!
El soso: No entiende por qué ha ido a fiestas y nadie entiende por qué ha ido a fiestas. Ir va, pero con el espíritu de una medusa. Molesta y al final irrita.
Los Taurinos: El día que salen contentos, vale por diez. O fallan los toros o fallan los toreros o el presidente. En el fondo son como los sufridores del Athletic, pero sin balón. Los que son asiduos de Vista Alegre y de San Mamés, ni te cuento.
Los del teatro: Actores y actrices que siempre proclaman que Bilbao es la ciudad donde mejor les reciben y donde entienden mejor su obra. En Donostia y en Gasteiz dicen lo mismo.
Los que van de conciertos: Este año están buscando en Wikipedia información de los grupos que van a venir. Mejor harían en preguntar a Iker Jiménez. Porque es un misterio digno de análisis.
El fugitivo: El 15 de septiembre todavía no ha llegado a casa. La fiesta le confunde. Y la Aste Nagusia, más.