La calle San Bartolomé de Barakaldo, donde se alzan los rascacielos conocidos como las torres de San Vicente, amaneció ayer marcada por la tragedia. Un vecino de la localidad, Juantxu Martín Rodríguez, de 41 años, perdió la vida de madrugada a la altura del bloque número 5 como consecuencia de una brutal paliza. La Policía local detuvo casi de inmediato a tres jóvenes, que aún continúan en dependencias policiales a la espera de ser puestos a disposición de la autoridad judicial, como responsables de la agresión: A.S.C., residente en Zarátamo, de 21 años; E. S. L., de 23 y domiciliado en Galdakao; y E.A.B., de 18 años, empadronado en la localidad burgalesa de Espinosa de los Monteros. Vecinos de los edificios, adyacentes al Megapark y la sala RockStar, habían dado la voz de alarma a las 3.15 horas, facilitando a los agentes una descripción de los agresores que permitió su rápida detención. Dos fueron arrestados en las inmediaciones del complejo comercial, y el tercero fue localizado en el interior de la discoteca.
Las diligencias policiales revelaron ayer que dos de los tres detenidos tienen antecedentes penales por agresiones y daños. Según informó el Departamento vasco de Interior, A.S.C. está relacionado con un robo con violencia, además de tener en su expediente una falta por lesiones y daños, ya que fue pillado in fraganti cuando quemaba un contenedor en Bilbao. E.S.L. también había sido detenido anteriormente por ocasionar daños en vehículos y en una cabina de teléfono, así como por agredir a su padre. Además, había sido denunciado por violencia de género.
En la mañana de ayer una mancha de sangre en el asfalto todavía señalaba el lugar en el que había reposado el cuerpo de Juantxu Martín Rodríguez hasta que el juez ordenó el levantamiento del cadáver hacia las seis menos veinte de la madrugada. La Policía local primero, y los servicios de emergencia desplazados hasta el lugar después, habían tratado de reanimar a la víctima desde que fue localizada, instantes después de la agresión, hasta las 4.15 horas, cuando certificaron su muerte. Una vecina, cuyo marido e hija alertaron a la guardia urbana al oír la trifulca, explicaba ayer a este periódico cómo vivieron la agresión. «Iban varios, pero parece que uno le dio una patada, el otro un empujón…». En aquel momento ella todavía estaba en la cama, aunque se percató de que, «por la forma de hablar, alguno debía de ir borracho. ¿Por qué peleaban? No sabemos. El pobre hombre sólo decía: 'No me peguéis, no me peguéis'. Y luego la ambulancia estuvo ahí por lo menos una hora. Veíamos desde casa como le hacían los masajes y, al final, nada», relataba.
Para entonces eran ya muchos los vecinos asomados a las ventanas. Joseba Andoni, uno de los residentes en el número 5 de San Bartolomé, estaba a punto de acostarse cuando escuchó «golpes y chillidos de chicas». «Me asomé a la ventana y vi ahí un bulto. Pensé ¿qué hostias es eso?, y justo vinieron los municipales. Se bajaron del coche, empezaron a llamarle: 'chico, chico...' No respondía y, de repente, empezaron a hablar por los talkies. Se oía un montón de eco. 'Rápido, que venga una ambulancia, que está en parada', decían». En ese momento, la víctima yacía en el suelo herida de muerte y sangraba de forma abundante por la nariz. Según pudo observar el testigo, los agentes «empezaron a hablarle, y él no hacía nada. Le buscaron el DNI y luego alguien dijo: 'No le encuentro el pulso'. Después llegaron las ambulancias y se montó un buen cristo», resumió.
«Vengo con miedo»
Fue entonces cuando Garazi Prieto llegaba a su casa, situada en el mismo edificio. «Eran las 3.35 horas -asegura comprobándolo en el móvil-, porque en ese momento envié un 'wassap'. Lo único que oí fue el sonido de muchas ambulancia y vi los 'chirulos'. Luego alguno que decía: 'Ponle el collarín. No le muevas, no le muevas'. Lo recuerdo, porque siempre tengo miedo cuando regreso a casa a esas horas. Al ver la ambulancia, me tranquilicé. Pensaba que era un accidente de coche», confesó.
La joven testigo atribuye el clima de inseguridad a la discoteca RockStar. «Desde que la han vuelto a abrir, las rotondas están llenas de controles, y todo esto -en referencia a las campas de los alrededores- se llena de gente bebiendo», afirmó. Su queja la comparten muchos vecinos, gente para quien lo ocurrido no representa una sorpresa. «Es lo más normal del mundo. Hay peleas todos los fines de semana», criticó un joven. Silvia, su pareja, advirtió que la pasada semana la furgoneta del chico apareció con los retrovisores arrancados. «A mi hermano le pincharon las cuatro ruedas del coche», se dolió Pedro Miguel Martínez, otro residente del mismo bloque 5.