Ayer por la noche, una agradable tertulia improvisada se celebró en el hogar de una pareja barcelonesa. Los anfitriones y sus invitados discutían sobre las absurdas consecuencias políticas de la prohibición de la tauromaquia en Cataluña cuando el gato de la familia interrumpió abruptamente la actividad dialéctica. “Estábamos a punto de llegar a una conclusión cuando Calcetines caminó por encima del regazo de todo el mundo y luego se subió encima de la mesa, levantó las patitas y empezó a lamerse la entrepierna”, comenta uno de los testigos.

Según explican, todo el mundo se quedó en silencio contemplando al animal “hacer lo suyo” o desviando la mirada hacia teléfonos móviles u objetos de decoración del salón. “Lo único que se podía oír era el frota frota de la rasposa lengua limpiando sus pequeñas bolitas. Y el bicho estuvo un buen rato, la verdad” explica otro de los presentes.

Cuando el gato terminó, miró a todo el mundo con indiferencia y se marchó. Nadie tenía ya ganas de reanudar la conversación y, tras algunos carraspeos y unas risas nerviosas, las visitas se marcharon. “Es que es un gato muy suyo. Recuerdo que una vez estábamos mirando ‘Toro Salvaje’ en la tele y empezó a oler como el infierno. Y allí estaba él, mirando al infinito y como pensando algo importante, disimulando. Ahora no puedo ver ninguna película de Scorsese sin sentir náuseas”, explica el dueño de Calcetines.


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